domingo, 20 de noviembre de 2016

Martha Goldin



La madre mece la cuna. De pronto lo alza.
El es tibio y dulce como la miel.
La madre lo sabe. Lo siente.
Se levanta y lo acuna mientras canta muy suave.
La madre piensa que un día será grande y se irá lejos.
¿Por qué piensa eso la madre? ¿Qué intuye?


De pronto cae la noche, las sombras avanzan sobre la ciudad.
El tiempo también.
La madre está sentada, con las manos vacías y una extraña tibieza en el corazón.

*  *  *

Hermosa Beach-Los Angeles

Sobre la Avenida Aviación cada tanto una bocina. En el silencioso andar de los vehículos sólo un ligero rumor.
Me asomo. El Pacífico atraviesa a lo largo mi mirada.
Me atrae y atrapa como un enamorado.
Es azul y cae sobre la playa abandonando su espuma de utopía cansada.
Cierro los ojos, estiro la mano y subo decidida a mi bote de sueños.
Desde la ventana del hotel me miro, me hago señas, me digo que no arriesgue navegando un mar tan impredecible.
Pero mi bote es rebelde. Tiene una larga historia de luchas. Está hecho de los sueños de toda la vida.
Me digo adiós y respiro feliz el aroma del mar.

*  *  *

No siempre llega así. 
A veces lo hace cuando estoy alegre y despreocupada.
Asalta como un delincuente. Arrastra con violencia.
Soy un país incierto, sin guerreros que me defiendan ni fortalezas que no caigan.
¿Para qué los muros que día a día construyo como una artesana?
No golpea la puerta ni pide permiso. Es el verdugo que encuentra lo que busca como si no hubiera obstáculo alguno.
No pide permiso. Invade.
Entonces me entrego como una condenada. Sé que el pasado estará siempre ahí.
Esperándome.


Martha Goldin
Buenos Aires, Argentina