sábado, 15 de abril de 2017

Norberto Pannone


Los condenados

   Acurrucados, temerosos, alertas. Todos estaban aguardando la macabra hora de su trágico final.

   Ese rectángulo que los contenía era su última morada de vida, después, perderían uno a uno sus cabezas en una muerte explosiva, brillante, inexplicable.
   Un hilo de luz se filtró por la abertura y, una vez más, uno de ellos fue arrancado de allí sin contemplaciones. Escucharon luego el forcejeo y el estampido y, temblando de furia y de miedo, comprendieron que otro de sus hermanos había muerto.
   Era verdaderamente aterradora aquella incierta espera. Ninguno podría imaginar quien de ellos sería el próximo. La inminencia de la muerte exacerbaba el albur que cada uno correría.
   Eran elegidos al azar, sin discriminar. El verdugo, ni siquiera se detenía a mirarlos, sabía muy bien que debían morir, tarde o temprano, inexorablemente.
   La voz llegó hasta ellos y los sacudió con su fatídico sonido.
   -¿Dónde dejaste los fósforos?
   -Sobre la alacena. Respondió otra voz.
   La gigante mano tomó a otro de ellos y con terrible saña le arrancó la cabeza al frotarlo sobre el costado de la caja que los contenía.

© 2008


Norberto Pannone
Junín, Buenos Aires, Argentina

2 comentarios:

  1. Sorpresivo final de este microcuento. Original en su concepción. Me gustó.
    Gracias Norberto Pannone

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    Respuestas
    1. Gracias por tu lectura, querida Bertha.
      Cariños, buena semana
      Analía

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